domingo, 29 de septiembre de 2013

El cuerpo

Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular.
1 Corintios 12.27

          Al pensar en el cuerpo, pensamos en nuestras manos, pies y piernas. ¿No es asombrosa la manera en la que nuestro cuerpo funciona, cada miembro siempre buscando el bien de los otros miembros? Si algo le sucede a cierto miembro, la cabeza les informa a los otros miembros que traten a tal miembro con delicadeza.
          La iglesia es igual. Jesucristo es la cabeza. Después, tenemos a los ancianos, quienes sirven de sistema nervioso de la iglesia, para ayudar a comunicar la voluntad de la Cabeza al cuerpo. Sin embargo, la cabeza y el sistema nervioso, por sí solos, no pueden constituir el cuerpo ¿verdad? Necesitamos maestros, profetas, servidores, exhortadores, misioneros... ¿Con estos basta para tener el cuerpo completo? ¡De ninguna manera!  Necesitamos soldados de oración, los que les ministran a los enfermos y otros. ¿Cómo sería si ellos no cumplieran con su parte?
        Se cuenta la historia de un carpintero que se golpeó un dedo pulgar con un martillo, ¡y cuánto le dolió! Él se enojó tanto que lo volvió a golpear. ¿Es así que cuidamos de nuestros miembros? Este carpintero no podía controlar su enojo A veces nos damos cuenta de que, nosotros también, tenemos una actitud incontrolada. Cuando vemos a algún hermano en la iglesia desanimado o sufriendo, ¿decimos que tarde o temprano se le pasará o hacemos oración especial por él y procuramos hacer todo lo que podamos para que se recobre?
          Frecuentemente estamos demasiado ocupados como para notar que cierto miembro tiene problemas o está herido, y no le animamos como debemos. Hoy, piensa en un miembro que esté pasando por alguna lucha y ora por él. 
- Michael Mast, Auburn, KY 

Un miembro desconectado del cuerpo pronto muere. 

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