Purifícame con hisopo, y seré limpio; lávame, y seré más blanco que la nieve.
Salmo 51.7
Son pocas las cosas que me inspiran tanto como el despertar en la mañana y hallar el mundo cubierto con una helada manta de nieve. Lo que el día anterior era tierra cultivada o rastrojo, ahora se halla cubierto con una fresca manta de inmaculada blancura. Entonces, salen las nubes, los rayos del sol las traspasan y todo parece destellar y relucir con un sinfín de perlas y diamantes.
Todo esto me hace recordar el tiempo en el que estábamos perdidos en el pecado, cuando nuestras vidas se hallaban en tierra árida, dura, fría y detestable. Pero cuando vinimos al Señor y le pedimos que nos perdonara, limpiara y purificara de nuestros pecados; él limpió y purificó nuestros corazones y nos dejó más blancos que la nieve.
"Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana" (Isaías 1.18).
-Tim Yoder, Reedsville, PA
Tu vida está ante ti cual terreno de límpida nieve;
ten cuidado de cómo andes en ella, pues cada paso dejará una huella.
0 comentarios:
Publicar un comentario